lunes, 3 de diciembre de 2007

Reseña del demonio patrón

Saludos desde mi humilde scriptorium


No pocas veces he mencionado al patrón de los escribanos, no santo sino diablo (privilegio o maldición que sólo disfrutamos los amanuenses) Titivillus. Aquí tenéis una versión de su historia. Como amanuense, me he limitado a copiar el texto, sin incurrir en el grave pecado de contaminar la historia con pensamientos o ideas particulares. Huelga decir que todo error hallado en ella será inspirado por nuesto querido y maldito patrón.

Los monjes medievales bautizaron con el nombre de Titivillus a un diablillo encargado de introducir errores u omisiones en los textos que escribas (copistas y calígrafos) llevaban a cabo durante sus trabajos de copia de libros.

El origen de Titivillus se pierde en la noche de los tiempos y ha tenido éste apariencias distintas según las épocas. Ya en el siglo IV se decía que ese diablillo recorría los monasterios cristianos de Egipto, con el ánimo de anotar los pecados que veía eran cometidos.

También era tarea de Titivillus anotar los nombres de aquellos monjes que perdían la concentración durante la celebración de oficios religiosos, entendiendo que esa pérdida de concentración podía manifestarse de distintas formas: mediante errores en la lectura de las sagradas escrituras o cantos, o si uno era oyente, no prestando la debida atención por estar contando chismes al vecino. Sea como fuere, la pérdida de concentración en las oraciones era pecado y Titivillus tomaba buena nota de ello.

En otras épocas el diablillo era portador de un saco y tenía, por obligación, que llenarlo mil veces al día con los errores que encontrara (o pecados descubriera).

Siempre, y eso es común a todas las épocas y representaciones del diablillo, Titivillus bajaba a los infiernos e informaba de los pecados y del monje que los había cometido al mismísimo Demonio y éste los anotaba en un gran libro a la espera del día del Juicio Final.

Durante el siglo XV la demanda de libros se multiplicó de tal manera, que los monjes copistas no daban abasto. Era tal la cantidad de textos solicitados por las universidades y tal el exceso de trabajo, o sobrecarga a la que eran sometidos los copistas, que los errores ortográficos u omisiones aparecían por doquier. Es en ese momento cuando Titivillus ya no anota los errores o pecados que descubre, sino que es el inductor de los mismos, tentando a los monjes para que los cometan a cambio de eximirlos de la culpa. La excusa perfecta acababa de llegar y así de este modo se convierte en patrón de escribas, copistas y calígrafos, puesto que todos los errores u omisiones se consideraban inducidos o cometidos por Titivillus.

Esta es la leyenda, y alguna que otra nimia variación sí que he introducido. Que el Altísimo se apiade de mi alma...